Mi madre siempre me decía que Diosito lo podía todo y que
tan sólo tenía que pedirle lo que quisiera y Él me lo daría. El cura de mi
iglesia también me decía lo mismo “Tú tan solo tienes que pedir lo que
quieras y Dios te lo dará”
Pero yo lo que quería es ser mujer y si fuera posible ser tan guapa como Rosita.
Y pensaba que era imposible. Podía pedir dinero y tal vez me
tocara la quiniela. Podía pedir tener
novia y tal vez encontrara una chica que se enamorara de mí. Pero me parecía
imposible que pidiera ser Rosita y de repente me cayera del cielo ese regalo.
Pero de todas formas no desesperaba y todas las mañanas iba
a su casa y miraba al cielo pidiendo que diosito me diera un milagro y me
convirtiera en Rosita.
Aunque no pasaba nada yo soy un hombre de Fe. Así que todos
los días iba a pedir que se cumpliera mi deseo a la casa de Rosita.
Algunas veces la veía salir de casa con sus zapatitos de
tacón y su vestido rojo y se me abría la boca de envidia y babeaba de deseo. La
gente paseaba que estaba enamorado. Y era verdad, estaba enamorado del cuerpo
de Rosita y deseaba tanto ser ella que se me caían las babas de la boca.
Aunque nunca pasaba nada yo seguía fiel a mi cita. Me
plantaba delante de su puerta, miraba hacia el cielo y le pedía a Diosito que
me convirtiera en Rosita. Y ese día, justo aquel bendito día, al levantar la cabeza
para suplicar a Dios que me diera a Rosita, fue cuando me la dio.
De repente vi caer a Rosita del cielo, había saltado desde
la terraza de la casa. Quise apartarme, pero no pude. Su cuerpo se estrelló
contra el mío y quedamos los dos espachurrados en el suelo. Escuché la voz de
mucha gente gritando y el ruido de sirenas. Poco después me desmayé.
Cuando desperté estaba en una cama de hospital y doña Rosa,
la madre de Rosita me cogía la mano con cariño, aunque lloraba a moco tendido.
No me dijo nada cuando vio que abría los ojos. Justo a su lado había un hombre
vestido con una bata blanca que debería ser el médico. Se puso en pie y me
dijo: “Doña Rosa y yo mismo te agradecemos que intentaras parar la caída de
Rosita con tu cuerpo. Ella intentó suicidarse y por eso se lanzó al vacío.
Conseguiste frenar la caída, pero su cabeza golpeó el suelo y su cráneo quedó
destrozado. Tu cuerpo tuvo peor suerte. El golpazo prácticamente destruyó todos
los huesos de tu cuerpo y reventó los pulmones, el bazo y el hígado. Tu cuerpo
había quedado para tirarlo a la basura, pero habías conseguido salvar el cuerpo
de Rosita que estaba prácticamente intacto si no fuera por el detalle de que su
cerebro se había convertido en papillas. Teníamos poco tiempo para reaccionar,
consulté con la madre de Rosita y consideramos que lo mejor que podíamos hacer
para agradecer tu heroica acción era trasplantar tu cerebro en un cuerpo sano.
Y como el de Rosita estaba en perfectas condiciones y la señora Rosa estaba tan
agradecida hemos trasplantado tu cerebro al cuerpo de su hija”
Cuando el doctorcito terminó de hablar la señora Rosa
añadió: “no te preocupes, te voy a cuidar muy bien, Rosa
era mi niña querida y ahora tú eres Rosa y te voy a cuidar como a mi niña
querida”
El médico movió la cabeza de forma afirmativa y concluyó: “El
tuyo es el primer trasplante de cerebro que hacemos en este hospital, por eso
vas a estar en vigilancia continua para cuidar que nunca tengas problemas de
adaptación a tu nuevo cuerpo. A cambio de esta atención tendrás un sueldo fijo
pagado por el Hospital. Es lo menos que podemos hacer por un héroe como tú”
A las dos semanas abandoné el hospital, me fui a vivir a la
casa de Rosita y comencé mi nueva vida como la chica más guapa de la ciudad.
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