02 octubre 2021

BodySwapper - Mala Elección

 

Los swappers podemos cambiar de cuerpo una vez cada década. Durante 10 años había tenido una vida cómoda y satisfactoria en el cuerpo de un hombre de negocios. Pero habían pasado los 10 años de espera y deseaba cambiar.

Quería ser una mujer guapa, joven y sexy. Una chica que atrajera fácilmente a los hombres y que los manipulara para sacarles el dinero.

Así que busqué durante semanas el cuerpo perfecto para mis ilusiones sexuales.

Hasta que la encontré paseando por el parque. Era tan elegante, tan segura, ten maravillosa.

Me bastó echarle una mirada a ella tan bella en sus zapatitos, su sombrero y su larga melena negra, que me enamoró. Me pareció tan sexy y tan guapa que no inmediatamente supe que tenía que robarle el cuerpo.

Cuando tomé el cuerpo de esa chica no sabía el lio en el que me estaba metiendo.

Había gastado todas mis energías de bodyswapper para quedarme con su vida.

Y estaba exhausto. Necesitaba comer algo y descansar o moriría de agotamiento.

Entonces descubrí horrorizado que no tenía ninguna memoria de mi nuevo cuerpo.

No sabía dónde vivía, no sabía como me llamaba y tampoco tenía dinero.

Necesitaba dormir, me dolían los pies de andar en tacones. Había caminado durante horas sin que nadie me reconociera y sentía que estaba cercana a morir de extenuación.

Me senté en la acera mientras veía como se encendían las luces del parque. Estaba anocheciendo y pronto no habría nadie que pudiera ayudarme.

Entones ocurrió el milagro, un hombre de poco más de 30 años se acercó y dándome dio un billete de 50 euros me dijo:

“Te he estado buscando Martha, Me has hecho un gran favor al cambiar de cuerpo conmigo. Acompáñame si quieres comer y te daré una cama caliente para dormir. A partir de ahora eres mi puta particular”

No me sorprendió que esa persona tuviera mi viejo cuerpo y que me pidiera que le acompañara hasta la que había sido mi casa. Estaba claro que ese hombre era la vieja Martha y que quería vengarse por robarle su vida.

Ahora sabía con quien había cambiado de cuerpo, Martha era una prostituta sin trabajo y sin hogar.

Y ese hombre, que había sido yo, quería convertirse en mi proxeneta particular.

Me iba a follar, tendría que hacerle felaciones y seguramente me martirizaría todos los días. Tan sólo para que me dejara vivir en mi antigua casa y para que me pagara una miseria, con el dinero que habían sido mis ahorros.

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