29 septiembre 2021

Quien come mi carne...

 Quiero agradecer la colaboración de mi amiga Carmen S. para ayudarme en el guión, en el diseño y la elaboración del guión de estas caps.

Cuando le preguntaron al caníbal Luis M. porqué había matado a tanta gente respondió que Jesús el Cristo había dicho: “Quien come mi carne y bebe mi sangre será como Yo y vivirá para siempre”

Esas declaraciones me parecieron espeluznantes. Pero tenían verdad. Drácula se convirtió en vampiro cuando bebió la sangre de sus víctimas. Y yo podría convertirme en Martha cuando comiera su carne.

Por eso la secuestré, la até en un poste y lentamente la fui despedazando.

Primero tuve un gesto de piedad con ella y le saqué los ojos para que no pudiera ver lo que iba a hacerle.

Me dio un poco de asco comerme sus ojos, son líquidos por dentro y saben cómo los huevos pasados por agua. Pero me los comí y fui feliz cuando pude quitarme las gafas porque mi mirada había cambiado y era perfecta y podía disfrutar con mis preciosos ojos verdes de estreno.

Después le corté los pies para que no pudiera huir. Los cociné con cebolla y los saboreé mientras estaba sentado en el suelo. Cuando terminé el platillo pude levantarme sobre mis nuevos pies y asombrarme con su pequeño tamaño. Me parecían perfectos para andar sobre tacones.

Después le amputé las manos para que no pudiera defenderse, las cociné a la brasa y mientras las masticaba notaba como los dedos de mis propias manos se volvían finos y delgados con las uñas rojas.

El pelo me lo comí con espaguetis, los brazos emborrizados, los pechos con salsa brava.

Estaba harto de comer, estaba tan repleto que me daban ganas de vomitar. Pero merecía la pena porque me había convertido en una copia de Martha. Si ella no estuviera lisiada podríamos salir juntas a la calle y la gente pensaría que éramos hermanas gemelas

Pero ella estaba desfigurada. Ni siquiera podía hablar después de que le cortara la lengua y le arrancara los dientes. Pero había merecido la pena porque mi boca se había vuelto preciosa y mi voz maravillosa.

Tras comerme trozo a trozo a Martha, su carne era, ahora, mi carne. Yo era Martha y ella era un torso sangrante y quejumbroso.


 

Me había convertido físicamente en Martha, pero también quería su vida. Vivir en su casa, vestir sus ropas y follar con su novio.

Para eso necesitaba sus recuerdos, tener sus memorias para que nadie sospechara que yo no era la auténtica Martha. Y sabiendo que este momento iba a llegar la había mantenido con vida.

Así que me acerqué a su cuerpo ensangrentado y con un cuchillo de sierra le abrí el cráneo. El cerebro era blancuzco, pero sobre todo era blandito como un flan de huevo.

Pensé que si me como su cerebro tendría sus recuerdos, sus habilidades, sus deseos y sus instintos.

Cogí una cucharilla de café y la clavé en el cerebelo. La extraje lentamente para que no se cayera una sola migaja y me la llevé a la boca. Con deleite la saboreé. No sabía bien, pero no me importaba porque comiendo su cerebro me iba a convertir en ella y viviría el resto de mi vida en su cuerpo.

Y así fue.

De repente mi consciencia se llenó de los recuerdos de Martha. Pude conocer a sus amantes y sus amores, sus odios y sus filias.

Pero sobre todo conocí el dolor más intenso que nunca había sentido, cuando mi conciencia se trasladó a su cuerpo roto, aserrado, sangrante y mutilado. Solo sentía dolor, no tenía ojos y no podía ver nada, pero aún pude escuchar la voz de Martha que decía: “Quisiste robar mi cuerpo, y para ello me has martirizado. Al final quisiste robar mis recuerdos y mi alma, pero no sabías que el alma es inseparable del cuerpo. Por eso hemos cambiado de cuerpo. Ahora sigo siendo físicamente Martha, pero con la mente de un psicópata asesino y torturador. Pero no te preocupes, no te voy a matar, te voy a mantener vivo durante años para enseñarte lo que es el verdadero dolor y la auténtica desesperación”

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