Sabía que Martha no iba a vestir su propia piel mientras estuviera en la de Luis M.
Eran incompatibles, una era mujer, el otro hombre. Una era bajita, el otro era alto. Una era delicada y el otro fuerte.
Así que cuando Martha quisiera hacerse pasar por Luis M. debía quitarse su propia piel y guardarla. Por eso la espié durante semanas. La seguía sin que pudiera verme, vigilaba sus pasos, sus noches y sus días. Hasta que, por fin, pude ver como salía Luis M. de la casa de Martha.
Esperé que se alejara y me colé en su casa.
Era pequeñita pero cómoda, ni siquiera tenía dormitorio. Supongo que es el hogar ideal para alguien que vive la vida de otras personas.
Y allí, cuidadosamente colocada sobre el sofá encontré la piel de Martha.
Sonreí feliz. Me quité la ropa y con máximo cuidado acaricié a Martha. Era suave y delicada, aunque sorprendentemente fuerte y elástica.
Estaba excitado cuando comencé a vestir su piel. Primero situé los pies, notaba como mis pies grandes y masculinos encajaban perfectamente entre sus deditos y sus delicados talones. Subí el traje de piel por mis piernas y lo encajé en mi culito que inmediatamente se infló y se hizo respingón. Seguí subiendo el traje de piel y pude observar cómo cambiaba mi sexo para tener la maravillosa vulva de Martha. Hice correr el traje de piel por mi torso y noté el peso de mis nuevos pechos. El cuello fue lo más difícil de encajar porque Martha lo tiene extremadamente largo y el mío era chaparrito. Por último me puse la máscara de piel de la cara de Martha. Tuve unos segundos de orgasmo sexual y corrí a observarme en el gran espejo del salón.
Me había convertido en Martha, al menos, en una copia idéntica a Martha.
Me vestí con su ropa interior y me puse el último vestido con el que la había visto pasear.
Después me senté en el sofá, escondí un gran cuchillo entre mis ropas y me senté en el sofá a esperar que llegara Luis M. Iba a matarlo para quedarme con la vida y el cuerpo de Martha.
No tardó mucho en volver a casa. Se ve que no le gustaba estar en la piel de Luis y prefería ser Martha.
Cuando abrió la puerta y me encontró sentada en su sofá vistiendo su cuerpo y su ropa no pareció sorprenderse mucho. Mucho más se sorprendió cuando me puse en pie y saqué el cuchillo.
Pero, quien de verdad se sorprendió fui yo cuando Luis M extrajo de entre los pliegues de su chaqueta la “Costume Gun” con la que había convertido a personas normales en trajes de piel. y me disparó a la cabeza.
Lo último que recuerdo es a Luis arrancándome el pellejo mientras decía “Sabía que me espiabas y que querías robarme la piel de Martha, pero te he dejado que entraras en mi casa y la vistieras porque te iba a matar y así tendría dos pieles más, la de Martha y la tuya”
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