08 octubre 2021

Agenia de Viajes

 

Había conseguido vincular los dos negocios perfectos. Y me iba a hacer millonario.

Había creado una compañía de viajes que ofrecía viajar al sitio que desearas y sin salir de casa.

En lugar del viaje tradicional se trasladaba la conciencia por la red exoneuronal hasta el cuerpo anfitrión.

Por supuesto, el cuerpo del anfitrión era siempre joven, bello y en perfectas condiciones físicas. Y se alquilaba por grandes cantidades de dinero escogiéndolo entre modelos, actrices, cantantes o deportistas.

Mi agencia de viajes se había convertido en la gran oportunidad para viejos, discapacitados y acomplejados, que podían visitar países lejanos con el cuerpo de los lugareños más deseados.

Hasta aquí no había nada especial. Lo que yo había añadido para convertir mi negocio en el mas exitoso era que también satisfacía los instintos mas salvajes de la gente más depravada.

Podías viajar y vivir en el cuerpo huésped, pero, pagando una gran cantidad de dinero añadido podías mutilarlo, sacarle los ojos, martirizarlo e incluso matarlo. El único límite era la imaginación y la capacidad de resistencia al dolor del cuerpo huésped.

Me estaba haciendo multimillonario con el sadismo de mis clientes.

Hasta que esta mañana me enteré de quien era mi nuevo contrato.

Se trataba de Martha. Mi vieja amante, la mujer que abandoné hacía más de 50 años para crear el negocio de los viajes neurales. Había pagado lo que ningún cliente anterior se atrevió a pagar. Una suma absurda que le permitía cumplir cualquier deseo que tuviera.

Había pedido todos los extras: “Bondage, dominación, sometimiento, tortura, mutilación, castración y por fin la muerte”

Con curiosidad miré a donde quería viajar y me sorprendió que quisiera quedarse en su misma ciudad. Pero lo que más me sorprendió fue el cuerpo con el que quería cambiar. ERA EL MIO.

Quería martirizarme hasta la muerte.

No iba a aceptar este negocio y me disponía a huir cuando entraron en mi casa los agentes de seguridad de mi empresa.

Me ataron y me esposaron y arrastrándome me llevaron a la máquina de transferencia de conciencia.

Allí me esperaba Martha, sonriente, y me recordó mis propias reglas. “El cliente podía escoger el cuerpo huésped entre todos los que aparecían en el manual de la agencia de viajes” Y mi nombre estaba como presidente ejecutivo. Jamás se me hubiera ocurrido que una nota legal a pie de página pudiera condenarme.

Me colocaron el casco para realizar el exoviaje y poco a poco me fui durmiendo mientras escuchaba las carcajadas de Martha.

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